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Eco Trail de París 2013.


Una dura pero bonita trampa con final en la torre Eiffel.



80 kilómetros 1500m desnivel positivo, 13 horas de tiempo máximo. Caminos y sendas de montaña sin demasiada dificultad, pero que por culpa del barro convertirían esta peculiar prueba en mas dura de lo normal.

 

Alvaro y Yosu fueron de los pocos españoles en tomar la salida en esta interesante y muy recomendable prueba.

Nos lo cuenta Yosu.

Pensaba que 1500m de desnivel positivo después de todo lo que hasta ahora había hecho, no sería mayor problema. Sin duda mi preocupación estaba en que era una carrera donde se podía correr durante mucho tiempo y ese no es mi fuerte.

 

Después de la fuerte nevada los días anteriores a la carrera, que dejaban París colapsada con aeropuertos y carreteras cerradas, podíamos imaginarnos como estaban los bosques, sendas y caminos por donde teníamos que pasar.
Como suele ser, la realidad supera lo imaginado y el barro y el agua fue el gran obstáculo en está prueba. 

 

 

 

Salimos a 4 grados de temperatura con nubes altas, pero con amenaza de lluvia para media tarde. Por delante 80 bonitos kilómetros donde descubrimos lugares, pueblos y rincones muy diferentes a los que pensábamos encontrarnos.


Primeros 22 kilómetros muy cómodos trotando a buen ritmo porque la dificultad casi no existía. Lagos, zonas de recreo y bosque muy bonitos que nos sorprendían al estar más o menos cerca de una gran ciudad como Paris.


De aquí y hasta algo más de la mitad de carrera, kilómetro 45, la dificultad aumento considerablemente. No sólo se acumuló aquí gran parte de los 1500 m de desnivel, sino que entramos en la parte donde aunque todavía quedaba nieve, lo que había y mucho, era barro.

 

Subidas relativamente fáciles, se hacían muy difíciles con torrente de barro. Sí, barro no agua. Bajadas donde se podría correr y mucho en condiciones normales, se convertirán en auténticas trampas donde lo imprescindible era mantenerse en pie y daba lo mismo bajar casi más despacio que en las subidas, y tramos llanos donde correr con barro cubriendo toda la zapatilla, era todo un ejercicio de potencia y fuerza. En estos tramos recordé y agradecí la cantidad de horas de entrenamiento sobre nieve y más barro que había tenido por el mal tiempo de este invierno.

 

  

 

Unos 30 últimos kilómetros ya de noche y con una fuerte lluvia que nos acompañó hasta la meta, que remato la tremenda trampa que nos guardaba la Eco Trail de París.

Curiosamente a partir de aquí pude vivir los mejores y los peores momentos.
Los malos por el cansancio, la lluvia y el viento frío que se unió en los últimos kilómetros que después me pasarían factura, pero buenos momentos, incluso algunos muy especiales, mágicos que dan sentido a tanto esfuerzo y que hacen grande este deporte y a todos los que lo practican.


Mi compañero Alvaro con el que hice gran parte de la carrera y con el que me reí, charles durante muchas horas y disfrute de su compañía. Ese bonito tramo de noche, donde por culpa de la lluvia era muy complicado saber bien por donde era el recorrido y que estuve codo con codo corriendo y a muy buen ritmo, con alguien que no conseguí ver su cara, pero sí seguir su respiración y compañerismo esperándome cuando me quedaba atrás como lo hacia yo en otros momentos, y seguramente pensando mucho rato lo mismo. Una conexión que a ambos nos ayudo a ir más cómodos y sufrir menos.

Tramos que recorrí pegado a unas zapatillas no se muy bien de quién que me guiaron en la oscuridad como lo hacia yo al que tenía detrás. Todo sin palabras, sólo con el sentir del momento, fuera bueno o malo, pero que nos ayudó a llegar.

 

 

 

En los últimos 30 kilómetros apenas comí. En mi cabeza estaba llegar lo antes posible para cenar con mi chica que llevaba la pobre todo el día sola por las calles de París. Quería llegar pronto y con hambre para celebrarlo y recompensar un poco su dedicación y espera..
Los últimos 9 kilómetros fueron una gran mezcla de sentimientos.
Cansancio, muchísimo frío porque llevaba más de tres horas mojado y el viento era helador, pero una gran alegría porque ya veía la iluminada torre Eiffel y sabía que allí estaba la meta. Tramos andando y otros corriendo para no quedarme más helado, hasta cruzar la pequeña torre Eiffel que habían colocado como arco de meta.

La alegría de juntarme con mi mejor compañera en está carrera de la vida y a la que amargue un poco la noche por el bajo que me dio ya en el hotel donde estuve cerca de 45 minutos temblando con una hipotermia que me obligó a vomitar lo poco que había comido y que trunco nuestra cena en la noche Parisina. Un poco de frustración por no haber llegado antes y mejor, pero el día no había acompañado en absoluto.

Una gran satisfacción por el buen resultado obtenido a pesar de las difíciles semanas anteriores y por terminar mentalmente entero, y físicamente bien.
En definitiva, muchas sensaciones y sentimientos que es lo que busco en la montaña y en estas carreras.

 

 

 

Muchas veces la gente me pregunta sí merece la pena el sufrimiento, y yo siempre responderé lo mismo.


Con este deporte he vivido el compañerismo en estado puro. Esa hora que estuve corriendo al lado de no se muy bien quién, sintiéndome arropado y acompañado como imagino que se sintió el, ese apretón de manos y un claro “merci beaucoup” cuando cada uno siguió su ritmo. O la palmadita en la espalda de otro corredor como agradecimiento al pequeño toque de ánimo que yo anteriormente le había

dado en una dura subida donde parecía que no podía más, o los gritos de animo de corredores y acompañantes a la llegada a meta. Cosas que dejan de dado lo competitivo y se aferran a lo humano, a lo muy humano. Al saber que todos sufrimos y que todos peleamos por cumplir nuestro reto.
Imagino que a todos nos apasiona este deporte en la naturaleza, sino no pasaríamos por esto. A todos nos gusta sentir el contacto con los demás compañeros que para nada son rivales.
Como corredores de montaña no seremos “galácticos” ni moveremos grandes masas de gente y dinero, pero creo que somos de la élite en sentir, vivir, y en mi caso de poder contarlo tal y como me lo dicta el corazón.

El día que no pueda verlo así, que la competitividad supere estos sentimientos, que la belleza de la montaña pase a un segundo plano, o que no sea capaz de ayudar a un compañero en momentos difíciles, no merecerá la pena ni el más mínimo esfuerzo. Los valores habrán cambiado y creo que no seré la misma persona. La montaña no merecerá que alguien que no respete estas simples reglas, se aproveche de su naturaleza y grandeza.


Por cierto, el champán que no nos pudimos tomar para la cena, lo desayunamos cuando el cuerpo ya estaba más recuperado

 

 

 

Gracias a Alvaro y Yosu que nos han presentado esta singular prueba entre la montaña fácil y sin dificultad, y las carreras de larga distancia donde el 90% del recorrido se puede hacer corriendo.

 

Podéis ver mas fotos clicando en cualquiera de las fotos anteriores, y seguir los comentarios AQUÍ o sobre la siguiente imagen.

 

 

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