El sueño olímpico
finaliza.
Comienza el sueño de cualquier montañero.
Muchas gracias por hacernos soñar!
Nos adentramos en Los Alpes donde se juntan belleza, sueños y realidad.
Después de una larga caminata en autocaravana, llegamos al último pueblo transitable en vehículo, antes de llegar a Zermatt.
Nos vemos en la obligación de aparcar en Tasch donde por medio de una modernísima estación de tren, y un tren cómodo y nada barato, en pocos minutos nos acerca al pueblo de Zermatt 1620 m.
Este pueblo peatonal, no permite circular en coches a motor. Solo sus taxis eléctricos, transportan los equipajes de infinidad de orientales y adinerados turistas, que pasaran unos días en hoteles de lujo y consumiendo en las tiendas y restaurantes, imposibles para cualquier humilde trabajador, donde si se te ocurre respirar un poco mas fuerte de lo normal, corres el riego de que te lo cobren.
Si te adentras en las calles de este pueblo, puedes ver sus viviendas típicas de madera y las impresionantes vistas de muchas montañas de mas de 4000 metros de altura, que te hacen darte cuenta que estamos en el epicentro de un paraíso para los montañeros.
Queremos dejar atrás Zermatt, que nos ha decepcionado un poco, ya que pensábamos encontrarnos un pueblito montañero menos lujoso y turístico, y decidimos hacer montaña que para eso hemos venido.
Nuestro objetivo era intentar subir con Aiyana de tan solo 10 años recién cumplidos, pero con una gran experiencia en montaña, su primer 3000 de nombre Gornergrat de 3136 metros de altitud.
Sabiendo que es un monte muy muy asequible debido a que un tren cremallera te sube hasta casi la cima pasando por cinco paradas antes de la cima, intentamos escapar del consumismo y la comodidad, y decidimos quitarnos solo el primer tramo de bosque, subiendo hasta la primera parada en este fantástico tren cremallera y afrontar lo demás andando.
A pocos minutos de salir de la estación, ya podemos ver el majestuoso Cervino o Matterhorn de 4478 m. El sacrificio del viaje ya esta compensado con la maravilla que vemos de frente, y que sin saberlo, se quedaría en poca cosa horas después.
Ya caminando, rato después de dejar el tren, seguimos alucinando con las pendientes que se hacen mas entretenidas al ver constantemente el Cervino imponente, impresionante, y grandioso.
Parada a comer en la mejor campa de hierba fresca. Solo falta ver a Heidi correteando junto a Pedro detrás de las ovejas.
Que placer estar aquí.
Todavía nos quedaba mucho por andar y mucho mas por disfrutar del paisaje.
El Cervino cada vez se veía mas cerca y Zermatt mucho mas lejos, abajo, casi en el fondo del valle, donde la vista casi no alcanza. No sabíamos que poco a poco el Cervino perdería protagonismo con lo que nos esperaba a la vuelta de un collado.
Allí estaba. El Breithom 4164 m, Castor 4228 m, Liskamm 4527 m, y la gran mole helada, El monte Rosa o Dufourspitze 4634 m. El bonito Cervino se quedaba solo, detrás y la vista se nos iba en dirección de esta extensa cordillera nevada con cuatromiles bonitos y glaciares interminables.
No podíamos perder nuestro objetivo y seguir animando a Aiyana a que consiguiera subir su primer tresmil, nada más y nada menos que entre estas majestuosas montañas de Los Alpes.
El camino se seguía poniendo cada vez mas duro y perdíamos un poco el placer de la montaña al ver como cantidad de turistas la mayoría “ojos rasgados” que habían subido hasta la ultima parada del tren cremallera, bajaban en busca del lago donde se apelotonaban sacando fotos.
Nosotros a lo nuestro, a conseguir la ansiada cima.
No tardamos mucho en llegar y poder ver, sin ningún lugar a dudas, unas vistas que nunca se nos borraran de la cabeza.
Primero el Cervino, seguido de otras 29 cimas de más de 4000 metros de altura. Seis glaciares que todos terminaban en el mismo valle, infinidad de cascadas, sendas, rutas, rocas, pedreras, valles, cumbres menores. Un deleite y disfrute para la vista y los sentidos. Nieve, hielo etc. Algo difícil de describir y muy fácil de sentir cuando se esta allí. No podíamos articular palabra. Aiyana, Kontxi y yo lo habíamos conseguido, subir juntos nuestro primer 3000, en concreto el Gornergrat de 3136 metros.
Sabíamos que Aiyana respondería perfectamente. Nos lo ha demostrado en más ocasiones. Sabíamos que las vistas no nos defraudarían, pero no esperábamos que nos gustaran tanto. Estuvimos comiendo, mirando, haciendo fotos y disfrutando del paisaje más de 2 horas. Nos daba pena irnos, abandonar tanta belleza, pero teníamos que bajar.
La sensación de andar durante muchas horas por encima de la línea de vuelo de los helicópteros, te hace sentirte muy arriba. Ver Zermatt tan lejos, las cumbres tan cerca, tanto colorido mezclado con el azul intenso del cielo, el blanco radiante de la nieve, el verde fosforito de la hierba que solo en estas praderas de los Alpes puedes ver, nos hace sentirnos vivos y realizados como montañeros. Pero yo como gran amante de las montañas, me planteo muchas preguntas y muchos retos. Quiero escalar el Cervino, hacer cima en el monte rosa, patear por esos glaciares, hacer noche en aquel refugio que casi no alcanza mi vista a ver desde la cima de esta pequeña montaña…
Tendré que hacer caso a mi hija Aiyana y como ella bien dice, “ya vendremos otro día, esto estará siempre aquí”.
Parece mentira que una niña me ponga un poco en mi sitio y me haga bajar a la tierra cuando llego a este estado de emoción. En no mucho tiempo, seguro que ella pensara como yo…
El descenso aun más bonito, dejando atrás la nieve de los cuatromiles y metiéndonos de nuevo debajo del Cervino, volviéndolo a ver grande con el sol dando por el lado contrario y acribillándolo de nuevo a fotos. Desde detrás de un árbol, con el reflejo del lago, solo, con nosotros, que pasada, que bonito.
Hemos elegido la mejor hora para bajar. Apenas encontramos gente, turistas con zapatos y bolsos de mano que solo andan de una parada de tren a otra. Podemos disfrutar del silencio de la montaña como a nosotros nos gusta. Nos metemos de lleno en ella y creo que la montaña nos entra a nosotros, nos enamora y nos embelesa. Se amplia la gama de colores tan diferentes a los que hemos visto a la mañana, y por un momento nos sentimos parte activa y viva de la montaña. Justo lo que nosotros andábamos buscando y justo los valores que tanto kontxi como yo queremos que Aiyana aprenda y aprecie de la montaña.
Los últimos kilómetros ya empiezan a pesar y Aiyana comienza a acusar el esfuerzo. Sabe que queda poco hasta la parada del tren donde hemos empezado y ella misma se anima soñando con el helado que se comerá al llegar a Zermatt.
Así es. Como auténticos turistas, nos encontramos en la plaza de Zermatt, a casi 1600 metros de desnivel desde la cima de nuestra montaña, comiendo unos helados y disfrutando de las últimas vistas de este gran lugar.
Han sido muchas sensaciones y sentimientos.
La mezcla del lujo y la gran comodidad para personas adineradas que tienen de todo a casi 3000 metros de altura, con la alta montaña pura y dura, hacen que este lugar sea mágico y lo apunte entre mis lugares favoritos.
Volveremos, sin duda que volveremos. Eso si, con crampones, piolet y cuerdas, con nuevas y distintas metas, con ambiciones, con ganas de aventuras y con muchísima ilusión para adentrarnos aun mas en la alta montaña y vivirla de otra forma, desde dentro, con sus riesgos y sus dificultades, como a nosotros nos gusta.
Y espero hacerlo atado a mis montañeras preferidas Kontxi y Aiyana.
Yosu